Con mucha frecuencia, en la bibliografía de distintas publicaciones se observan nombres y autores que, además de repetirse y reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones, estas obras – debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente “desaparecidas” en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se tropieza con uno de estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que el “alimento” en estos casos consiste en conservar ese material y, dado la importancia del tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica, la conveniencia de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a partir de aquella mirada. (JR)
Continuación… Estudiando los rasgos de la música sincopada de manera reposada se llega a la conclusión de no todos son absolutamente negros, pues en la música del hombre de color, como en todas las manifestaciones culturales del individuo, existe una intensa colaboración entre ambas razas, que ojalá se manifestara en las demás actividades humanas.
En su perspectiva de conjunto y en muchos aspectos aislados, el “jazz” exhibe peculiaridades características que lo diferencian de la técnica musical europea, y cuyo origen se encuentra, sin discusión, en el negro, con su deslumbrante musicalidad, su rara fecundidad de improvisador, su infatigable búsqueda de contrastes sonoros y, sobre todo, sus originales ritmos tradicionales, destacados por todos los que han entrado en contacto con su música, en cualquier tiempo y en cualquier meridiano.
Acerca del carácter individual del “jazz”, que lo sitúa en un plano absolutamente distinto del de cualquiera otra música, Winthorp Sargeant escribe:
“Pero sus propias características de color, su original estructura rítmica, sus entonaciones “blues”, su curiosa armonía cromática, lo colocan aparte, como un lenguaje musical distinto de los demás”. (…)
Como todos los africanismos, la dicción de “jazz” puede ser empleada como nombre, como verbo, como adjetivo o adverbio. Primero se aplicó esta denominación, en forma despectiva, a toda la música negra secular o “sinful”, desde las baladas del bajo fondo hasta los “blues” yel “ragtime”. Pero se afirma que sólo en 1914 se la utilizó para determinar el “jazz” orquestal de Nueva Orleans, cuando los negros del Loop, de Chicago, adjudicaron la palabra con sentido desdeñoso, al “jazz” blanco de la Original Dixieland Jazz Band, queriendo significar que no constituía la típica música “hot” de ellos, sino “white trash” hojarasca de los blancos. Sin embargo, Jelly Roll Morton aseveraba que utilizó el término en 1902 para diferenciar el “ragtime” del “jazz”. (…)
La dicción “hot”, que se une a “jazz” para denominar su auténtica expresión, o que simplemente la reemplaza con igual acepción, constituye también un africanismo, si no en su etimología, por lo menos en el significado musical que representa, tomado del concepto semántico del Africa Occidental. Pues una música vivaz, de ritmo urgente, de tocante elocuencia, es, para los negros de esa región africana, una música “hot”. (…)
El estilo “hot” constituye una manera de interpretar particular del negro, en la cual el ejecutante, que debe ser un creador, vierte una página musical con plena libertad melódica, rítmica y tímbrica, según los dictados de su inspiración. Desempeñan un papel de subida importancia en esta concepción, el “swing”, la entonación - llamada “hot” - el ataque, el fraseo “off beat” - característico de la música negra, sea ésta del Africa o de cualquier región de América - el “vibrato”, la inflexión y el “glissando”. Desde luego que todo ello lo realiza el ejecutante improvisando sobre un tema dado o sobre sus acordes, o variando la melodía en cuanto al valor de las notas, a la forma de la elaboración de las frases y a la distribución de los acentos.
De paso, digamos que constituye un profundo y divulgado error el pretender dividir al “jazz” en “hot” y “straight”, porque cuando la música sincopada es “straigth” no es “jazz”. El único “jazz” es el “hot”. (Continúa)
Tomado de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi Americana, Buenos Aires, Argentina, 1951
Foto: Jelly Roll Morton
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