domingo, 9 de enero de 2011

La Polillazzera: Africanismo del Jazz (6)

Con mucha frecuencia, en la bibliografía de distintas publicaciones se observan nombres y autores que, además de repetirse y reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones, estas obras – debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente “desaparecidas” en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se tropieza con uno de estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que el “alimento” en estos casos consiste en conservar ese material y, dado la importancia del tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica, la conveniencia de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a partir de aquella mirada. (JR)
Continuación…Ahora bien, así como muchos periodistas han hablado, sin fundamento alguno, acerca del africanismo del “jazz”, no pocos estudiosos, etnógrafos y viajeros que visitaron el continente negro se han colocado en el polo opuesto por completo.
En su último libro sobre el “jazz”, Jean Béline, más conocido por el seudónimo de André Coeuroy, ha dicho: “El “jazz” no es un arte negro”. Sin embargo, años antes, en otro trabajo, el mismo crítico no vaciló en estampar esta afirmación: “El negro africano inventó todos los elementos del “jazz”. Y aseveraciones similares asentó en otra de sus obras, escrita en colaboración con el musicógrafo André Shaeffner.
Maurice Delafosse, ex gobernador del Sudán y africanista sagaz, que se muestra tan atinado y racional en su enfoque de otros aspectos del negrismo, refiriéndose a la música del Africa manifiesta: “Cuando en Francia se habla de música negra, todo el mundo evoca de inmediato los endemoniados y un tanto cacofónicos acordes del “jazz”. Ahora bien, nada hay menos parecido a la música negra, o cuando menos a la música negra del Africa, que la música del “jazz band”. No sabemos de dónde es originaria ésta, pero, sin duda no lo es del continente negro. En realidad por el sonido de ciertos instrumentos que usa y por la notable precisión con que rima los pasos de los bailarines, puede recordar en cierto modo, las orquestas de tambores, carracas, varillas de hierro golpeadas una contra otra, bocinas y olifantes, a los cuales dan los europeos el significativo nombre de batintines, y que, tanto bajo el sol como bajo la luna, acompañados de palmadas y gritos, acompasan y excitan las danzas y los zarandeos de los negros y las negras. Pero el batintín no es música, no es sino un instrumento de danza y, bien pensado, no otra cosa es el “jazz band” que, sin duda por eso se han permitido asimilarlo al batintín de los negros”.
En su obra publicada en 1929, Stephen Chauvet rebate la africanía del “jazz”, en términos similares a los de Delafosse: “Nada hay menos específicamente negro y nada menos parecido a la verdadera música negra, me dicho, a la música del Africa, que el “jazz”.
No obstante, el mencionado estudioso afirma que “es frecuente el empleo de la síncopa y el golpeteo de las manos en el tiempo débil” características ambas, sobre todo esta última, de la música afro-estadounidense en general y del “jazz” en particular.
Impugnando la ascendencia africana del “jazz”, a favor de un origen judío, el compositor británico Constant Lambert ha expresado: “Si alguien duda de los elementos esenciales de estilización europea del “jazz”, le resulta muy simple comparar una pieza típica de este género, como Swampy river, de Duke Ellington, primero con una obra de Grieg y luego con un disco de música nativa africana. Deberá resultarle claro al oyente más prejuiciado que, aparte de algunas peculiaridades rítmicas, la obra de Ellington tiene más en común con la música de Grieg. No estoy negando ni por un momento, las características raciales implícitas en estas peculiaridades rítmicas; solo señalo que Ellington, como todos los compositores negros, tiene que emplear el marco armónico europeo. Las producciones de este pianista no constituyen mejores ejemplos de “folk songs” africanos que los poemas de James Weldon Johnson especímenes del dialecto del Dahomey; ambos representan la aplicación del temperamento negro a una tradición foránea y a un lenguaje adquirido”.
Puntualicemos, en primer término, que el “jazz” emplea intervalos que no existen en la armonía europea, como los representados por la tercera y la séptima disminuida en el acorde subdominante, llamadas “blue notes”. Luego, el compositor británico no hace mención al disco africano que sugiere comparar, ni la zona del Africa a la que pertenece. Esto último, en particular, es de suma trascendencia, pues, como hemos visto, la música africana es compleja y diversa.
Además, de las peculiaridades rítmicas a que alude Lambert, son muchos los detalles negros de la música sincopada que encuentran su paralelo en el lenguaje sonoro del Africa Occidental. (…)
No se trata de afirmar que el “jazz” sea puramente africano, lo cual resultaría absurdo, sino de establecer el grado de africanía que, sin la menor duda, posee. (Continúa)

Tomado de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi Americana, Buenos Aires, Argentina, 1951

Foto: James Weldon Johnson / 1943 Oil Painting by Laura Wheeler Waring / National Portrait Gallery / Smithsonian Institution

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