Con mucha frecuencia, en la bibliografía de distintas publicaciones se observan nombres y autores que, además de repetirse y reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones, estas obras – debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente “desaparecidas” en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se tropieza con uno de estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que el “alimento” en estos casos consiste en conservar ese material y, dado la importancia del tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica, la conveniencia de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a partir de aquella mirada. (JR)
Continuación…La improvisación, a la cual nos referimos en capítulo aparte, y que constituye un factor de importancia cardinal en el “jazz” y en la música afro-norteamericana en general, tiene también su sitio en el folklore de todo el mundo, y los compositores “cultos” se han servido de ella con generosidad.
Resulta imposible negar, sin embargo, que se halla con mayor asiduidad y en más alto grado en la música de los negros, sean ellos de Africa o de cualquier parte de América, pues el moreno es un improvisador proverbial. Y no solo en materia musical, sino también en el ámbito literario. La tradición oral ha desempeñado siempre un papel vital en el estilo y la dimensión de sus expresiones artísticas.
Es indudable que el “jazz”, como el arte sonoro folklórico, ha nacido al margen de la música escrita. Ha germinado espontáneamente de la ejecución. (…)
Entre los principales elementos de que se sirve el género musical que nos ocupa, y cuyas fuentes exclusivamente negras no admiten réplica, hay que mentar la “entonación hot”, particularmente característica de los “blues”, cuyo timbre sugiere de inmediato el de las canciones del Africa Occidental.
La entonación “hot” o cálida proviene no solo del empleo de la típica “escala de los blues”, sino también de la característica “voz negra” de los cantantes folklóricos afro-americanos, y se encuentra tanto en la música vocal como en la instrumental, especialmente en la que emplea instrumentos de bronce como la trompeta o corneta y el trombón.
El timbre peculiar que obtienen las orquestas de “jazz” se logra asimismo con una formación instrumental que no tiene precedentes en la música popular o culta de origen europeo, y que ha ejercido una profunda gravitación en los compositores “serios”.
Mencionemos también la polirritmia, considerada por el compositor Aarón Copland como la verdadera contribución del “jazz” a la historia de la música. Esta característica, que asimismo se encuentra en la música negra de Cuba, Haití, Brasil, Trinidad y otras partes de América, no es, por cierto, una invención del arte sincopado de Buddy Bolden, sino que constituye una herencia africana.
John Redfield, ex profesor de la Universidad de Columbia, recuerda que los tamboreros del Dahomey, llevados a los Estados Unidos sin haber tenido contacto alguno con la música occidental, para actuar en la Feria Mundial de Chicago, en 1893, se servían de efectos de polirritmia con habilidad singular.
Los exploradores a través del “continente trágico y pintoresco” nos informan asimismo que los nativos son tan expertos en el empleo de las superposiciones rítmicas, que pueden danzar siguiendo un ritmo con las manos, otro con las piernas y un tercero con la cabeza.
Y ya que aludimos al ritmo del “jazz”, su elemento considerado más “negro” digamos que el “charleston rhythm” o “tangana rhythm” - observado en Cuba, Brasil, las Guayanas, Barbados, las Bahamas y otras regiones de América - es uno de los ritos más meramente africanos filtrados al “jazz”. (Continúa)
Tomado de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi Americana, Buenos Aires, Argentina, 1951
Foto: Dahomey, hoy República Popular de Benin
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