Hijo de una aficionada a la música (su madre
era organista de iglesia), comenzó estudiando piano, aunque pronto su vocación
de contrabajista le llevó a dedicarse al estudio del instrumento y a
especializarse en él. Debutó en una orquesta de músicos no profesionales, pero
enseguida su depurada técnica le llevó a integrarse en un circuito como el
jazzístico, proclive a albergar en su seno a jóvenes talentosos próximos al
virtuosismo instrumental.
Desde luego que el contrabajista danés era el
prototipo de músico muy joven que entraba en el circuito mostrando una técnica
y ejecución envidiables. Esto le llevó a tocar, casi en una de sus primeras
citas jazzísticas, en el trío del fantástico Bud Powell, leyenda viva de la era
bop. Contaba a la sazón 16 años, casi un insulto y una irreverencia para otros
muchos músicos de la historia del jazz.
En 1963 atracó en la banda de Quincy Jones; en
1964 fue incluido en la banda de Dexter Gordon y, en 1965 -todavía con 19
años-, tocó con Roland Kirk. Fue una época en la que recaló, además, en los
grupos de algunas figuras del jazz norteamericano, como Bill Evans, John Lewis,
Sonny Rollins o Johnny Griffin, este último -junto quizá Dexter Gordon- tan
proclive a tocar en Europa y junto a músicos europeos.
Su máximo reconocimiento le llegó sin embargo
cuando Oscar Peterson, uno de los pianistas más técnicos y con más personalidad
de la historia del jazz, lo contrató para tocar en su trío, en sustitución, ni
más ni menos, que de Ray Brown. Con este pianista grabó algunos álbumes
importantes, como The Good Life (1973), Oscar Peterson Trío Transition (1976) o
Giants (1977).
Con Tete Montoliú, no cabe duda, Ørsted
Pedersen formó una de las asociaciones más estables y firmes de la escena
jazzística internacional, como puede escucharse en los discos Tête à Tete y
Tete!, ambos grabados en la década de los años setenta. En Tête à Tete, además,
colaboró el sensacional músico Albert “Tootie” Heath.
Por otro lado habría que decir que sus solos
eran llamativas improvisaciones que abordaban melodía y armonía de manera
exhaustiva. Por ello le tentó tanto la formación de dúo, donde tal vez mejor se
expresaba este llamativo contrabajista y donde mejor se percibía lo puntilloso
de su estilo. Por otro lado, su contundencia en el acompañamiento -en el que
predominaban tanto el pizzicato como la interpretación con arco- hizo que
muchos líderes lo llevasen consigo, pues siempre culminaba las expectativas de
manera sobresaliente. Un acompañante europeo de lujo, que supo labrarse un
hueco de honor en la historia del jazz reciente y, a su vez, uno de los músicos
europeos con mayor proyección internacional.
Ricardo P. Virtanen / www.mcnbiografias.com
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