viernes, 12 de abril de 2013

Niels-Henning Orsted Pedersen: técnica y estilo


Hijo de una aficionada a la música (su madre era organista de iglesia), comenzó estudiando piano, aunque pronto su vocación de contrabajista le llevó a dedicarse al estudio del instrumento y a especializarse en él. Debutó en una orquesta de músicos no profesionales, pero enseguida su depurada técnica le llevó a integrarse en un circuito como el jazzístico, proclive a albergar en su seno a jóvenes talentosos próximos al virtuosismo instrumental.
Desde luego que el contrabajista danés era el prototipo de músico muy joven que entraba en el circuito mostrando una técnica y ejecución envidiables. Esto le llevó a tocar, casi en una de sus primeras citas jazzísticas, en el trío del fantástico Bud Powell, leyenda viva de la era bop. Contaba a la sazón 16 años, casi un insulto y una irreverencia para otros muchos músicos de la historia del jazz.
En 1963 atracó en la banda de Quincy Jones; en 1964 fue incluido en la banda de Dexter Gordon y, en 1965 -todavía con 19 años-, tocó con Roland Kirk. Fue una época en la que recaló, además, en los grupos de algunas figuras del jazz norteamericano, como Bill Evans, John Lewis, Sonny Rollins o Johnny Griffin, este último -junto quizá Dexter Gordon- tan proclive a tocar en Europa y junto a músicos europeos.
Su máximo reconocimiento le llegó sin embargo cuando Oscar Peterson, uno de los pianistas más técnicos y con más personalidad de la historia del jazz, lo contrató para tocar en su trío, en sustitución, ni más ni menos, que de Ray Brown. Con este pianista grabó algunos álbumes importantes, como The Good Life (1973), Oscar Peterson Trío Transition (1976) o Giants (1977).
Con Tete Montoliú, no cabe duda, Ørsted Pedersen formó una de las asociaciones más estables y firmes de la escena jazzística internacional, como puede escucharse en los discos Tête à Tete y Tete!, ambos grabados en la década de los años setenta. En Tête à Tete, además, colaboró el sensacional músico Albert “Tootie” Heath.
Por otro lado habría que decir que sus solos eran llamativas improvisaciones que abordaban melodía y armonía de manera exhaustiva. Por ello le tentó tanto la formación de dúo, donde tal vez mejor se expresaba este llamativo contrabajista y donde mejor se percibía lo puntilloso de su estilo. Por otro lado, su contundencia en el acompañamiento -en el que predominaban tanto el pizzicato como la interpretación con arco- hizo que muchos líderes lo llevasen consigo, pues siempre culminaba las expectativas de manera sobresaliente. Un acompañante europeo de lujo, que supo labrarse un hueco de honor en la historia del jazz reciente y, a su vez, uno de los músicos europeos con mayor proyección internacional.

Ricardo P. Virtanen / www.mcnbiografias.com

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