Pocos pensaron que Chega de saudade fuese a estar en las tiendas de discos en la primavera de 1959. Las continuas reticencias de Gilberto, y sus formidables discusiones con Jobim, ralentizaban las grabaciones. Lo primero fue aquella sorprendente manía que soliviantó a los técnicos. Para grabar quería dos micrófonos: uno para él y otro para su guitarra. Nadie lo había pedido nunca. Sin embargo, durante el mes de febrero se grabaron casi dos tercios del disco final. ¿La razón? Las canciones que faltaban apenas tenían acompañamiento y, por tanto, João dejó de tener una orquesta con que armonizarse. En el texto que se puede leer en la funda de disco, Tom Jobim confesaba de una manera sutil y elegante los quebraderos de cabeza que los arreglos habían supuesto para que el guitarrista consiguiera estar cómodo en las canciones. “Cuando João Gilberto se acompaña, la guitarra es él. Cuando la orquesta lo acompaña, la orquesta también es él”.
Caetano Veloso, lo mismo que Gilberto Gil, Milton Nascimento, Edu Lobo o Chico Buarque, siempre dijeron recordar dónde estaban y qué estaban haciendo cuando la escucharon por primera vez. Primero en la voz de Elizabet Cardoso y, meses después, en la de João Gilberto. Ninguno quiso saber nada más. Todos supieron en aquel momento que cantar y tocar la guitarra era lo que querían hacer y a lo que iban a entregar sus vidas Lo que no sabían es que ellos presenciarían la extensión de la bossa nova hasta el último rincón del planeta.
—No se pueden cambiar las manchas del leopardo.
El señor Morris, presidente de la casa de discos Odeon, dijo aquello a Tom Jobim para comunicarle que Aloysio de Oliveira se incorporaba a la compañía como director artístico y que, por tanto, asumía muchas de las competencias que hasta ahora le habían tocado a él, lo que también afectaba a su salario. Pero aquella decisión, lejos de incomodarle, permitió a Jobim liberarse de lo que de verdad odiaba de aquel trabajo y centrarse en la parte que a él más le agradaba: escribir y componer sus propias canciones. No podía cambiarse lo que uno realmente era. Precisamente lo que quería decir el señor Morris.
Tom Jobim y Newton Mendonça solían juntarse en el apartamento de éste último para componer, revisar ideas que les guiaran en la creación de nuevas canciones. Una vez, apenas pudieron reprimir las carcajadas al recordar los viejos tiempos en que se veían obligados a tocar con cantantes que desafinaban constantemente. ¿Qué te parecería escribir una samba que, construida sobre una base disonante, pusiera en evidencia a quien quisiera cantarlo? Sería como intentar que afinaran lo desafinado. La idea les estimuló tanto que, en unas horas, la habían terminado. Aquella canción, que finalmente grabaría João Gilberto tras trece infinitas y exasperantes tomas, se llamó Desafinado.
Muchos de aquellos jóvenes universitarios que se convirtieron en seguidores incondicionales de aquella nueva forma de tocar y cantar, identificaban en ella una nueva etapa de un país que empezaba a dar muestras de querer ser el país del futuro. Fueron los años en que Lúcio Costa y Oscar Niemeyer decidieron transformar un llano desértico en la capital, Brasilia. Aquel proyecto megalómano sigue siendo hoy un lugar de culto para arquitectos de todo el mundo. Y cómo no, en 1958, el año de Chega de saudade, llama la atención en la Copa del Mundo de Fútbol, que se celebra en Suecia, un joven brasileño de 17 años llamado Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé. No es extraño que muchos dijeran que ese año no debería haberse acabado nunca.
La sombra de la bossa nova se sigue prolongando en la actualidad, con cantantes como Rosa Passos o Maria Bethânia. Un movimiento que se extendió cuando a Astrud Gilberto, la mujer de João, le dejaron cantar Garota de Ipanema en aquel estudio de Nueva York, con Getz, Gilberto y Jobim. La música estadounidense influyó en su creación y ahora era la bossa nova quien influiría en una amplia generación de músicos norteamericanos. Muchos de aquellos ritmos, saltos armónicos, formas de cantar susurrantes, los podemos advertir en parte de la música que se hace hoy.
Fuente: Bossa Nova. La historia y las historias, de Ruy Castro
Traducción de José Antonio Montano.
Turner, 2008, 535 pp.
Publicado en el nº 122 de Nueva Revista de Política, Cultura y Arte.
Foto: Newton Mendonça
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