Llegué a la ciudad en octubre de 1997 para impartir un curso intensivo de su método armonía, composición y visualización para aprender a tocar la guitarra en la Escuela de Música. Tengo muchos amigos uruguayos que también son músicos y me consiguieron la posibilidad de dar clases. El músico está siempre revolviendo los sentimientos humanos, con su alternancia entre las melodías tristes y las melodías alegres.
¿Disfruta tocando en la calle?
Sí, porque la humanidad ha perdido el contacto entre las personas, sobre todo en las culturas occidentales en las que se ha impuesto la cultura del físico y del que dirán. Disfruto, porque gozo con las conversaciones con las personas, porque cuando más recibes es cuando menos esperas recibir.
Dicen que aquí llueve mucho ¿Se ha adaptado bien al clima?
En invierno procuro salir a tocar por las mañanas, para no tener frío en las manos. En esta época del año me dedico a las clases con mis alumnos y a ofrecer actuaciones con las formaciones de jazz a las que pertenezco, como Quique Azambuya trío.
En mis primeros años en la ciudad dejaba en invierno, pero ahora no puedo. Mi personaje, que surgió de forma accidental cuando me encontré sin trabajo, ha trascendido las fronteras gallegas. Hay gente que viene a Compostela y me busca. Así que tengo que sacar al negro, como suelo decir yo.
¿Se quedará en Compostela de manera definitiva?
Nunca sé cuánto tiempo voy a estar en algún lugar, estuve 12 años en Brasil y ahora estoy aquí desde hace 11. A veces, en medio de los planes que haces hay sitios que te atrapan y que se empapan de tu energía. De todos modos, nada es eterno y lo principal es seguir la intuición, lo que nos dicte el corazón.
Tomado de: Levante-EMV.com
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