Con mucha frecuencia, en la bibliografía de distintas publicaciones se observan nombres y autores que, además de repetirse y reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones, estas obras – debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente “desaparecidas” en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se tropieza con uno de estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que el “alimento” en estos casos consiste en conservar ese material y, dado la importancia del tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica, la conveniencia de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a partir de aquella mirada. (JR)
Continuación…En contraste con las opiniones de Constant Lambertt, de Maurice Delafosse y otros investigadores, veamos lo que aseveran algunos “scholars” de reconocida idoneidad en la materia. Porque resulta innegable que en el proceso de transculturización, que es evidente, el negro gravitó sobre los patrones culturales que encontró en sus diversas patrias de adopción.
El antropólogo Melville J. Herskovits, por ejemplo, después de toda una vida consagrada a la investigación en el terreno afrológico, realizada en los Estados Unidos, en el Brasil, en las Guayanas, en las Indias Occidentales y en el Africa, hablando en su carácter de presidente de la conferencia sobre estudios negros, llevada a cabo en la Universidad de Howard, en Wáshington, en 1941, con los auspicios de American Council of Learned Societies, dijo: “Si pudiera tocar para ustedes discos de cantos de varios pueblos africanos y luego del Brasil, Trinidad, Jamaica, Haití y los Estados Unidos, no creo que podrían albergar dudas en cuanto a la presencia de un diseño musical único en todos ellos”.
“Poca gente entendida discute que la contribución de recursos rítmicos, la elaboración de patrones melódicos y una inconfundible intensidad vocal de la música negra norteamericana, se deben a sus orígenes africanos”, ha escrito Douglas H. Varley.
En un trabajo reciente, Rudi Blesh apunta:
“El “jazz”, la creación musical del negro norteamericano, constituye una síntesis de los materiales africanos y europeos, pero es tan predominantemente africano en su carácter y en su método, que podría definírselo como un arte africano, el cual, surgido en este país, utilizó y transformó material europeo. Fue, y donde aun se lo ejecuta continúa siendo, una música única, distinta de la europea. Su singularidad depende de la combinación de ciertas cualidades”.
Afirma, por su parte, el compositor Darius Milhaud:
“No cabe duda de que el origen del “jazz” hay que buscarlo entre los negros. Las cualidades primitivas africanas han quedado profundamente arraigadas en los negros de los Estados Unidos, y es en ellas donde se encuentra la fuente de esa formidable pujanza rítmica, así como la de las expresiones melódicas nacidas de la inspiración que solo las razas oprimidas pueden crear”.
Otro investigador que también opina que el “jazz” debe mucho a la música africana, como a la manera negra de cantar o ejecutar instrumentos, es el doctor Robert Goffin, quien sostiene:
“El “jazz”, como cualquier fenómeno artístico, representa el producto de una serie de factores diversos. A mi juicio, estos factores son la música africana, la francesa y la norteamericana y el folklore”. (Continúa)
Tomado de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi Americana, Buenos Aires, Argentina, 1951
Foto: Darius Milhaud
No hay comentarios:
Publicar un comentario