Con mucha frecuencia, en la bibliografía
de distintas publicaciones se observan nombres y autores que, además de
repetirse y reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones,
estas obras – debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente
“desaparecidas” en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se
tropieza con uno de estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que el “alimento” en
estos casos consiste en conservar ese material y, dado la importancia del
tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica, la conveniencia
de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a partir de aquella
mirada. (JR)
No
constituye la improvisación un recurso privativo del “jazz”, ni tampoco de la
música negra. Es un elemento tan antiguo como el propio arte sonoro. Su
presencia se observa en toda otra de raíz folklórica. La música primitiva ha
sido siempre improvisada. Los gitanos húngaros y rusos se han distinguido por
sus improvisaciones instrumentales. En el “canto llano”, el improvisador tenía
amplio margen para explayarse. Y entre los compositores “cultos”, Monteverdi,
Bach, Mosart, Händel, Beethoven, Liszt, Chopin, Scarlatti, César Franck y cien
más, se sirvieron de ella generosamente.
“La
improvisación fue siempre un básico método del arte folklórico - escribe el
crítico Sidney Finkelstein - y subsistió en las formas más avanzadas de la
composición musical, tales como el concierto y la ópera, hasta el siglo XIX, en
que, por fin, se estableció una separación drástica entre el ejecutante y el
compositor”.
Resulta
incuestionable, sin embargo, que este factor se halla con mayor frecuencia y
abundancia en el folklore generado por negros, tanto del Africa como del Nuevo
Mundo.
Porque
el hombre de color es un improvisador de larga tradición. De ello no cabe la
menor duda. Todos los viajeros, publicistas de recuerdos, misioneros,
musicógrafos y exploradores que visitaron el continente africano y los países a
los cuales llegó, en arribada forzosa, en la nave de la esclavitud - los
Estados Unidos, el Río de la Plata, las Indias Occidentales, el Brasil y las
Guayanas - lo atestiguan. Para constatarlo no hay más que recurrir a la copiosa
bibliografía legada por Stanley y Alfred Burdon Ellis, Mungo Park y
Livingstone, Cameron y Leo Frobenius, Harry Johnston y Delafosse.
Una
herencia africana constituye la improvisación en el negro. Lo ha dicho el antropólogo
Herskovits: “La improvisación es un recurso profundamente arraigado en el canto
africano”. Y no solo la realiza en
materia musical, sino también literaria. En el Africa, la mayor parte de la
literatura es oral y se trasmite de una generación a la otra mediante los
llamados “griots” o castas de trabajadores intelectuales.
Cuentos,
leyendas, fábulas, apólogos, mitos, poesías, canciones, adivinanzas, pasan así
de padres a hijos, por medio de la tradición oral. Pero, al trasmitirse de unos
a otros, no se conservan intactos, sino que sufren alteraciones. Pues sobre ellos
gravitan dos poderosos factores: la improvisación y la variación. Factores
poderosos nunca ausentes de las formas artísticas de los morenos. (Continúa)
Tomado
de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi Americana, Buenos
Aires, Argentina, 1951
Foto:
Malinke griot - print '800
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