(Continuación)...¿Qué es bossa nova? No está claro quién utilizó por primera vez aquella expresión. Bossa puede traducirse como habilidad, maña, y los músicos brasileños la usaban para referirse a alguien que tuviese una forma diferente de interpretación. Lo que sí se sabe es que empezó a extenderse entre la juventud carioca como la forma de definir aquella nueva música que cristalizó en la peculiar manera – al fin y al cabo, habilidad – de João Gilberto para tocar la guitarra.
Imitar aquel acorde se convirtió en la obsesión de toda una generación. Así hasta que, un buen día, en la pizarra del Grupo Universitario Hebreo de Río de Janeiro, alguien escribió: “Hoy, Silvinnha Telles y un grupo de bossa nova”. Cincuenta años después, éste término ya nos es familiar: un movimiento de la música popular brasileña que logró conciliar la tradición con los nuevos ritmos que venían, sobre todo, de Estados Unidos. Aquella “nueva forma” de componer, de tocar y de cantar llegarían al mundo entero.
El germen de todo aquello viene desde los años treinta y las canciones que empiezan a poblar la infancia de la generación que alumbró la bossa nova, como las de Orlando Silva. Ya en la década de los cuarenta, con la comercialización masiva del disco, y la posibilidad de recrear las canciones en un plato giradiscos, se popularizan los clubes de fans, y en la culturalmente inquieta Río de Janeiro proliferan por doquier. Uno de ellos, sin saberlo, incubará a los futuros músicos de la bossa nova: el Farney-Sinatra Fan Club.
Estaba dedicado, como su nombre indica, a Frank Sinatra, la estrella del momento, y Dick Farney, la gloria local que un día hizo las maletas y fue a Estados Unidos, donde se trajo bajo el brazo varios éxitos. Cuando volvió entabló amistad con aquel grupo, que recordaba a la academia platónica en los requisitos para formar parte de él: todos sus miembros debían saber hacer algo con un instrumento o, al menos, poder cantar sin que a nadie le dolieran los oídos. Vivían por y para la música, en un estado de abstracción general que traía de cabeza al vecindario.
“La mayoría quería creer que, como en los musicales de Gene Nelly, Sinatra y Ann Millar, la música manaría súbitamente de las nubes, tocada por una orquesta invisible de la Metro bajo la dirección de Lennie Hayton, y a partir de ahí sería ya sólo cuestión de lanzarse a zapatear por las calles, sin que ningún transeúnte les mirase alucinado”. Aquel camino que comenzó en el barrio de Copacabana lo recorre el periodista brasileño Ruy Castro en su obra Bossa Nova. La historia y las historias, publicado por primera vez en 1990. Cuando se cumplen cincuenta años de aquella forma musical, la editorial Turner lo edita en una cuidada edición con fotografías y planos de los escenarios por donde llevaron sus andanzas toda aquella generación de jóvenes cariocas. Son historias que se entrecruzan una y otra vez.
Después de todo, no mucha gente se dedicaba a la música de forma profesional. Así que, aunque uno desapareciera de Río varios años, como le ocurriría a João Gilberto, lo más probable es que, si volvía, regresara a los mismos lugares. Continúa...
Fuente: Ruy Castro / Traducción de José Antonio Montano / Turner, 2008, 535 pp.
Foto: Silvinnha Telles
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