Con mucha frecuencia, en la bibliografía de distintas publicaciones se observan nombres y autores que, además de repetirse y reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones, estas obras – debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente “desaparecidas” en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se tropieza con uno de estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que el “alimento” en estos casos consiste en conservar ese material y, dado la importancia del tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica, la conveniencia de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a partir de aquella mirada. (JR)
Continuación…África es un continente inmenso (posee cerca de treinta millones de kilómetros cuadrados) habitado por diversos pueblos y tribus, por distintos grupos genéticos y semánticos, cuyos hábitos y costumbres son bien diferentes. Sus formas de expresión artística, lógicamente, también son distintas. Y como consecuencia, se originaron sincretismos que hay que analizar a la luz de las presiones sociales que intervienen en ellos.
Agreguemos que el aporte africano a las expresiones artísticas del continente americano se halla, en la actualidad, en un grado tal de asimilación, que la labor de discriminar lo que corresponde a una u otra cultura se torna cada vez más ardua.
En lo que respecta a Brasil, el doctor Arthur Ramos, la más alta autoridad en materia de estudios afro-brasileños, escribe:
“Es difícil hoy, en el folklore brasileño, identificar exactamente lo que pertenece de manera exclusiva al africano. El material folklórico hallase en tal estado de fusión, que ese trabajo de discriminación se va haciendo de realización casi imposible. En las aglomeraciones negras de algunos puntos del Brasil se han conseguido ciertos resultados. No obstante, en general, las costumbres y creencias de los africanos se incorporaron al gran acervo del folklore nacional.
Hay “elementos negros” del folklore brasileño que aun hoy pueden identificarse e incluso, podemos hablar de un folklore negro. Pero el trabajo de la transculturación va incorporando rápidamente estas supervivencias al patrimonio folklórico general. El investigador del futuro hará un trabajo de verdadera exégesis prehistórica, cuando consiga descubrir en una superstición popular, en una forma de culto, en una institución social, elementos escondidos, remotos, de la mítica, de las prácticas supersticiosas y mágicas de las instituciones sociales de la tradición oral…de origen africano”.
Idéntico problema se plantea en Cuba, así como en los demás países americanos. En un denso y erudito libro (…) el ilustre africanista y polígrafo, doctor Fernando Ortiz, decano de los estudiosos de esta materia, anota:
“Hoy día es a veces imposible clasificar los temas y elementos musicales de los afro-cubanos por razón de su oriundez. Ya ha sido tal en Cuba la miscegenación de los negros africanos con los blancos, y tan distintos y alejados unos de otros pueblos a quienes los negreros les arrancaron sus hijos para sedimentación de las riquezas y sociedades de América, que hoy debemos contentarnos muchas de las veces con aceptar genéricamente la ascendencia africana de una aportación negra a nuestra contextura social y folklórica, sin poder precisar a qué cultura, lengua o pueblo podemos atribuirla”.
Y lo que contribuye a tornar más compleja aun esta cuestión es que se ha llegado a la conclusión de que la música negra de los Estados Unidos no es sino una ramificación de un denso tronco de música afroamericana arraigado en el Nuevo Mundo, el cual presenta no pocos rasgos similares en los distintos países, y que ha brindado cuajados frutos en las Indias Occidentales, el Brasil y las Guayanas. (Continúa…)
Tomado de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi Americana, Buenos Aires, Argentina, 1951
Foto: The Old Plantation
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