Músico estadounidense nacido el 19 de marzo de
1930 en Forth Worth, Texas. Saxo, trompeta, violín y flauta, Coleman
representa, tras la prematura muerte de Charlie Parker en 1955, uno de los
avances más sólidos del jazz en los años sesenta. Máximo exponente de lo que
vino a llamarse free jazz, dio al género un giro de 90º con sus propuestas
musicales, insólitas y extravagantes, muy alejadas incluso del jazz más
avanzado de su tiempo. A pesar de no ser comprendido por sus contemporáneos,
hoy día es ya admitido como una de las voces fundamentales de este estilo. Sin
duda, Coleman es uno de los mejores artistas de jazz de todos los tiempos.
Ornette ya no era un extraño en el mundo
musical y a él se unía toda una pléyade de músicos jóvenes que compartían la
intención de revolucionar el jazz. Así, a finales de 1960 el saxofonista grabó
Free Jazz, otro disco mítico, que además sirvió para crear la etiqueta de un
estilo que permaneció vigente, al menos, durante una década. El álbum es uno de
los más originales, influyentes y provocativos discos de todos los tiempos. Al
cuarteto original se unió un batería más, Ed Blackwell, y un contrabajista
excepcional, Scott LaFaro, para apoyar el trabajo de Billy Higgins y Charlie
Haden (Coleman hacía sonar dos baterías y contrabajos a la vez; algo que, mucho
tiempo después, repetiría Miles Davis); más una sección de vientos de vértigo:
el gran Eric Dolphy y el jovencísimo ex Messenger Freddie Hubbard, trompetista
muy dotado y extremadamente atento a la vanguardia del jazz, junto a Don
Cherry, otro de los grandes de la vanguardia jazzista.
Ornette Coleman ha representado para el jazz la
renovación absoluta después del fenómeno bebop. Esto es, tras Charlie Parker y
todo el cambio que su música significó, fue Coleman quien impuso los cambios
definitivos en un estilo musical que se ha desarrollado, fundamentalmente,
durante todo el siglo XX. De hecho, después de Ornette no ha habido ninguna
revolución notable en el jazz; sino más bien, todo lo contrario. Se ha avanzado
apresuradamente hacia la retaguardia, bien a través del neo-bop, bien en el
camino del neoclasicismo más ortodoxo.
Su contribución jazzística se produjo además
desde varias perspectivas: armónica, melódica y rítmica. Su enorme
descubrimiento fue el harmodium (sistema armolódico), un concepto en el que la
melodía no giraba en torno a la armonía, sino que era la propia melodía la que
generaba progresivamente las distintas armonías. Y esto fue extraordinariamente
novedoso en una música tan compleja como el jazz, una música receptiva en
exceso, ya que era el propio músico el que generaba el material armónico; esto
es, él era su propio centro armónico, no una estructura musical ya determinada.
El músico de jazz se conforma, en consecuencia, como epicentro de su propia
música, principio y final de toda estructura armónica.
Foto: Hans Speekenbrink
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