Con mucha frecuencia, en la bibliografía de distintas
publicaciones se observan nombres y autores que, además de repetirse y
reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones, estas obras –
debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente “desaparecidas”
en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se tropieza con uno de
estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que
el “alimento” en estos casos consiste en conservar ese material y, dado la
importancia del tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica,
la conveniencia de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a
partir de aquella mirada. (JR)
Continuación…(…) Ya en 1924, el celebrado compositor Darius Milhaud, miembro de los
famosos "seis", había descubierto la belleza a que pueden llegar las
improvisaciones de los músicos "hot". Al respecto
escribió:"Entre los negros, existe mucho más la improvisación. Pero qué tremendas
dotes musicales y qué poder de ejecución para llevar la improvisación a
semejante grado de perfección. En su técnica, los hombres de color poseen gran
libertad y facilidad. Cada instrumento sigue su línea melódica natural e
improvisa, aun cuando respeta el esquema armónico que sustenta y apoya la obra
en conjunto".
La actuación de conjuntos de instrumental numeroso y disciplinado, que
trabajan sobre un terreno cuidadosamente abonado por arreglistas de
incuestionable habilidad para combinar los diversos instrumentos, como los
encabezados por Flechter Enderson, Count Basie, Jimmy Lunceford, Duke
Ellington, Lionel Hampton y otros, ha sido ponderada sin reservas por no pocos
críticos extranjeros dignos de respeto. Y hay motivos para ello.
Pues lógico resulta que el "jazz" trate de explorar sendas
inéditas, en su búsqueda de nuevos horizontes sonoros.
Pero seguimos en nuestra creencia de que no es esa la esfera en que el
género puede continuar moviéndose con la soltura y el esguince que siempre han
sido sus características, sino la que señalan los pequeños grupos de media
docena de improvisadores. Porque en ellos, el pulso de la improvisación, de la
creación espontánea, late con toda fuerza. Y el "jazz" improvisado es
su forma más trascendente, original y jugosa.
En organismos de esta naturaleza, los instrumentistas gozan de absoluta
libertad. Pueden dar rienda suelta a su invención melódica, en contrapunto
improvisado. Les es posible expresarse sin trabas. Sus cualidades de
improvisador - indispensable en todo creador de "jazz" digno de tal
nombre - no se hallan obstaculizadas por las rígidas normas que imponen los
arreglistas. Sueltan sus ligaduras y entregase a la fantasía, que tanto ha
llamado la atención del músico "culto", imprimiendo a sus creaciones
un aliento y una profundidad expresiva que difícilmente logra el
"jazz" escrito y ensayado. La inspiración se desplaza libre, fluida,
radiante.
No olvidar que el "jazz" - al cual Frederick Dorián llama
"a return to improvisation" - se ha manifestado una y otra vez - y
con ello no se ha pisado el terreno de la arbitrariedad - que constituye la
música del ejecutante.
Acerca de la improvisación y el factor de originalidad que ella
introduce, el compositor Ernst Krének apunta:
"El "jazz", obligado a conservar las trabas de la
relaciones tonales, ha revivido el arte de la improvisación hasta un grado
desconocido por los músicos "cultos" desde los días del "súper
librum cantare" , el contrapunto improvisado del siglo XV. Este factor
indica también una diferencia esencial entre el "jazz" y los tipos
anteriores de música de entretenimiento en los cuales la improvisación no tenía
cabida". (Continúa)
Tomado de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi
Americana, Buenos Aires, Argentina, 1951
Foto: Darius Milhaud
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